sábado, 9 de julio de 2011

"El Camino Inca" el otro camino para llegar a Machu Picchu




La mayoría de turistas llegan a Machu Picchu en autobús, pero existe otra vía para llegar a la ciudadela: el Camino Inca, una ruta a pie que permite a 200 privilegiados al día adentrarse en el mundo andino y conocer su fauna y su flora.

Mientras la visita habitual a los populares restos arqueológicos obliga al turista a compartir la experiencia con varios miles de personas, llegar a Machu Picchu caminando se convierte en una experiencia íntima con la tradición andina, y en la que la propia ruta resulta casi más interesante que el destino final. En los cuatro días, y 42 kilómetros, durante los que se prolonga el Camino Inca, también existe una ruta alterna de dos días, el turista recorre un empedrado centenario que llega a los 4.200 metros de altura, mientras transita por imponentes y solitarias ruinas que aparecen por sorpresa entre la inesperada selva alta de Perú.

Para Fernando Astete, director del Parque Arqueológico de Machu Picchu, el Camino Inca es "una ruta cultural que permite al turista adentrarse en el mundo andino", lo que lo convierte en una solicitada experiencia para la que es necesario reservar, incluso, con varios meses de anticipación. No siempre fue así, cuando la vía comenzó a hacerse popular entre los turistas, a mediados de la década de los setenta, el ingreso era libre y realizar el camino, una dura experiencia destinada a aventureros capaces de sobrevivir en solitario a las frías noches y a la exigente altura de los Andes peruanos.

Sin embargo, no eran raros los casos de turistas que sufrían infartos o eran sepultados por deslizamientos de roca, algo que motivó al Gobierno peruano a establecer desde 2001 un férreo control sobre la ruta. "Antes permitían a cualquiera el ingreso, personas que nunca habían estado a 4.000 metros de altura, y que también sufrían problemas estomacales, pero esto se está superando, los grupos van viniendo organizados para todas las situaciones que se presentan", señaló Astete.

En la actualidad, el único modo de ingresar al Camino es a través de alguna de las agencias de viajes que tienen la exclusividad y que se encargan de contratar guías y porteadores que acompañan a los turistas y facilitan el trayecto. Así, lo único de lo que tiene ahora que preocuparse el viajero es de cargar con algo de agua y poseer unos zapatos cómodos, de las tiendas de campaña, la comida y demás facilidades se encargan los porteadores.


Una ruta llena de sorpresas

La capacidad de éstos es una de las sorpresas del Camino: mientras el turista inicia temprano su ruta, los porteadores se quedan atrás levantando el campamento, para luego sobrepasar a todos durante el día y llegar al próximo campamento con el suficiente tiempo para que todo esté listo. Y esto con sandalias en los pies y bolas de hoja de coca en la boca, una tradición andina a la que se invita a sumarse a los turistas y que habitualmente se convierte en un gran aliado para el esfuerzo de la ruta.

Además de los restos arqueológicos que se encuentran durante la ruta, una de las mayores sorpresas que el Camino Inca reserva al turista es cuando, a inicios del tercer día y tras subir a la cumbre de una de las montañas, se descubre la selva alta o "ceja de selva", una densa vegetación que puebla el paisaje. Y es que, como recuerda Astete, otro de las grandes virtudes de esta ruta es la fauna y flora con la que el caminante se encuentra, desde abundantes colibríes y ciervos al más tímido Oso de Anteojos, especie autóctona de la zona.

Sin embargo, la mayor aportación de llegar a Machu Picchu a pie es la posibilidad de conocer la importancia de la red de caminos de los Incas, según Astete uno de los objetivos a los que el Imperio dio más importancia. "Machu Picchu no era autosuficiente, no había cultivos para las 500 o 600 personas que lo habitaban. Por eso planteamos que era un centro político-religioso-administrativo, un nexo entre los Andes y la amazonía", argumentó.

Y esa es la sensación que deja contemplar por primera vez Machu Picchu desde el Inti Punko (Puerta del Sol), mientras amanece y tras caminar durante cuatro días por el mismo camino de piedra que hace siglos utilizaron los peregrinos de la que Hiran Bingham bautizó como la "ciudadela perdida de los Incas".

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